Muchos de nosotros llegamos a la cuarentena pensándonos que es el momento de empezar a vivir. Sin embargo, la ciencia ha hallado pistas que indican justo lo contrario: según nuestro código genético, los cuarenta son el momento de empezar a morir. El hecho de que hoy en día la esperanza de vida sea de más del doble es gracias a nuestro estilo de vida y a la medicina moderna.
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¿El hombre es más longevo que el mono?
Aunque la esperanza de vida de los países desarrollados se encuentra alrededor de los 80 años, un estudio publicado en la revista Nature afirma que sin los avances tecnológicos y médicos de los últimos tiempos la mayoría no llegaríamos a la cuarentena.
El estudio ha llegado a esta conclusión tras analizar los patrones de metilación de 42 genes diferentes en 262 especies de vertebrados actuales y extintas, como el mamut y el hombre de neandertal.
Teniendo en cuenta que la metilación de los genes normalmente se asocia a su inactivación, los investigadores analizaron cómo cambian estos patrones en distintas especies a medida que los individuos van envejeciendo, lo que les ha permitido determinar el “reloj” genético de cada una de ellas. Estos patrones reciben el nombre de marcas epigenéticas, y representan un tipo de información genética distinta de la de la secuencia de ADN.
Al parecer, este “reloj” genético es muy parecido entre los grandes simios, y sugiere que los humanos actuales, con una esperanza de vida de 38 años, estamos genéticamente programados para vivir aproximadamente los mismos años que el chimpancé (39.7 años) y otras especies humanas extintas, como los neandertales y los denisovanos (37.8 años).
¿Cuál es el animal que más vive?
La esperanza de vida varía significativamente entre especies. El pez sabalote estaría programado para vivir 12 años, la rana toro 19.8 y el dragón de Komodo, 48. Entre las aves, tenemos que los moas pueden vivir hasta 23 años, las tórtolas 27 y las palomas 28. El mamut tendría una esperanza de vida de 60 años, la misma que los elefantes actuales.
Entre las especies más longevas, encontramos a la tortuga gigante de Pinta (120 años) y varias especies de ballena, siendo la más longeva la ballena boreal, con una esperanza de vida de 268 años.
Más allá de un interés puramente teórico, el estudio también tendría aplicaciones prácticas. Conocer la esperanza de vida de una determinada especie puede ser de utilidad para su manejo y conservación.
Así pues, según este estudio los humanos no destacamos por nuestra longevidad, al contrario de lo que muchas veces pensamos.
Sin embargo, nos asalta una duda: si nuestra esperanza de vida es de 38 años, ¿Como es posible que muchos de nosotros logre vivir más del doble? La respuesta, según los investigadores, se encuentra en nuestro estilo de vida actual y en la medicina.
La medicina moderna, principal responsable de nuestra longevidad
Actualmente, una persona que habite en una sociedad del primer mundo podría pensar que es normal morir con 90 años, pero solo hace falta remontarnos medio milenio para darnos cuenta de que pocos pasaban los 50, y morir antes de los 40 era de lo más común. La esperanza de vida al nacer durante la Edad del Bronce y la Edad del Hierro era de tan sólo 26 años.
La alta mortalidad infantil (hasta 20 veces superior a las del primer mundo) era la principal responsable de una esperanza de vida tan corta, aunque morir durante el parto o de alguna infección que ahora nos parece relativamente inofensiva como un catarro era relativamente habitual.
A esto debemos sumar el estilo de vida relativamente estresante de nuestros antepasados, muchos de los cuales morían en el campo de batalla o cazando animales salvajes que necesitaban para sobrevivir.
Según los investigadores, los humanos destacamos entre las demás especies animales porque hemos sido capaces de alargar considerablemente nuestra esperanza de vida y minimizar la importancia de los factores genéticos en el proceso de envejecimiento.
La descubierta y rápida distribución de antibióticos ha puesto fin a las altas tasas de mortalidad infantil que plagaban la mayoría de sociedades hasta hace poco más de dos siglos.
¿Hay manera de aumentar nuestra longevidad?
La respuesta parece ser que sí. Esto es debido a que, a diferencia de la secuencia de ADN, los cambios epigenéticos son susceptibles a variaciones en nuestro entorno y pueden verse alterados por la contaminación, la alimentación y los episodios traumáticos.
En la actualidad, tenemos a nuestro alcance herramientas para incrementar tanto los años que vivimos como nuestra calidad de vida.
En esta línea, un estudio reciente ha revelado que practicar ejercicio físico con regularidad puede reducir la metilación de varios genes implicados en el metabolismo de los triglicéridos, lo que ayudaría a prevenir enfermedades cardiovasculares.
Bióloga y doctora en genética por la Universidad Autónoma de Barcelona. Cuenta con cinco años de experiencia en investigación biológica, tiempo en el que ha logrado publicar tres artículos científicos, uno de ellos en colaboración con investigadores de la Universidad de Aarhus (Dinamarca). Sus principales temas de interés son la genética humana, la evolución molecular, la antropología física y la psicología.
